Qué es la teoría de self según roger

Qué es la teoría de self según roger

La teoría del *self*, o yo, propuesta por Carl Rogers, es uno de los pilares fundamentales de la psicología humanista. Este enfoque busca comprender cómo los individuos perciben a sí mismos, cómo esta percepción influye en su comportamiento y cuál es su relación con la salud mental. A lo largo de este artículo exploraremos en profundidad la teoría del *self* según Rogers, su desarrollo histórico, sus aplicaciones prácticas y su relevancia en el contexto moderno de la psicoterapia y el desarrollo personal.

¿Qué es la teoría del self según Carl Rogers?

La teoría del *self* de Carl Rogers es una concepción psicológica que propone que cada individuo posee una percepción interna de sí mismo, que Rogers denomina self o yo real. Este *self* es el núcleo de la identidad personal y guía los comportamientos, las metas y las decisiones del individuo. Según Rogers, cuando hay congruencia entre el *self* y la experiencia real del individuo, se logra un estado de bienestar psicológico. En cambio, cuando existe una discordancia, se genera ansiedad y malestar.

Rogers, al estudiar la personalidad humana, se centró en la importancia del entorno social y las experiencias vividas para formar esta percepción de sí mismo. En este contexto, el *self* no es estático, sino que se va desarrollando a lo largo de la vida, influenciado por las interacciones con otros, las expectativas sociales y las experiencias de éxito o fracaso.

Un dato interesante es que Rogers fue uno de los primeros psicólogos en enfatizar la importancia de la congruencia entre el yo ideal (lo que una persona quiere ser) y el yo real (lo que efectivamente es). Esta congruencia, según Rogers, es un indicador clave de la salud mental. Además, su teoría sentó las bases para el desarrollo de la terapia centrada en el cliente, donde el rol del terapeuta es facilitar la autocomprensión y el crecimiento personal del paciente.

También te puede interesar

El desarrollo del self a lo largo de la vida

El *self*, según Rogers, no nace de forma plena ni inmediata. Por el contrario, se construye a lo largo del tiempo, a partir de las experiencias que el individuo vive y de la percepción que tiene de estas. Desde la infancia, las figuras de autoridad, especialmente los padres, juegan un papel crucial en la formación del *self*. Cuando los padres ofrecen una aceptación incondicional, el niño puede desarrollar una imagen positiva de sí mismo y crecer con confianza en sus propios valores y decisiones.

Por otro lado, si el entorno social impone condiciones de valencia (aprobación basada en cumplir ciertos requisitos), el individuo puede desarrollar un *self* distorsionado, basado en el deseo de cumplir expectativas externas. Esto puede llevar a la formación de un yo ideal que no se corresponde con la realidad, generando conflicto interno y malestar psicológico.

El proceso de desarrollo del *self* es dinámico y se ve influenciado por factores como la autoestima, la capacidad de autorreflexión, la coherencia interna y la relación con el entorno. Rogers destacó que una personalidad sana se caracteriza por una alta congruencia entre lo que una persona siente, piensa y hace. Esta congruencia no se alcanza de forma automática, sino que requiere un proceso de autorreconocimiento y aceptación.

El self y la experiencia fenomenológica

Otra dimensión importante en la teoría del *self* de Rogers es la experiencia fenomenológica, es decir, la percepción subjetiva del mundo. Rogers argumentó que cada individuo vive el mundo desde una perspectiva única, y que esta visión subjetiva es fundamental para entender su *self*. Según este enfoque, no existe una realidad objetiva única, sino que cada persona construye su propia realidad a partir de sus sensaciones, emociones y juicios.

Esta noción se relaciona directamente con la noción de congruencia. Cuando hay alineación entre la experiencia vivida y la percepción que el individuo tiene de sí mismo, se genera una sensación de equilibrio y bienestar. Si, en cambio, la experiencia no encaja con la visión que el individuo tiene de su *self*, se produce un conflicto que puede manifestarse en ansiedad, estrés o incluso en trastornos mentales. Por esta razón, Rogers veía la terapia como un espacio para facilitar esta congruencia, ayudando al paciente a integrar sus experiencias y reconciliarse con su *self*.

Ejemplos de cómo se manifiesta el self en la vida cotidiana

Para entender mejor el concepto de *self* según Rogers, podemos observar ejemplos concretos de cómo se manifiesta en la vida diaria. Por ejemplo, una persona que cree firmemente en la honestidad y actúa de acuerdo con ese valor está mostrando congruencia entre su *self* y su comportamiento. En cambio, si esa misma persona actúa con engaño para ganar aprobación, está experimentando una discongruencia, lo que puede generar culpa o ansiedad.

Otro ejemplo es el de un estudiante que se siente presionado por sus padres para estudiar una carrera que no le interesa. Su *self* ideal (ser alguien exitoso y respetado) puede estar en conflicto con su *self* real (ser alguien que disfruta la creatividad y el arte). Esta discongruencia puede llevar a insatisfacción, falta de motivación e incluso a problemas de autoestima.

También es útil considerar cómo el *self* influye en las relaciones interpersonales. Una persona con un *self* fuerte y congruente suele tener mayor seguridad y autenticidad en sus interacciones, lo que facilita conexiones más profundas y saludables con otros.

El self y el proceso de autorrealización

La autorrealización es uno de los conceptos más importantes en la teoría de Rogers. Se refiere a la tendencia natural de cada individuo a desarrollarse plenamente, a alcanzar su potencial máximo y a vivir de manera auténtica. Según Rogers, esta tendencia no es exclusiva de las personas con éxito o felicidad, sino que es inherente a todos los seres humanos.

Para que se produzca la autorrealización, es necesario que el *self* sea congruente con la experiencia vivida. Esto implica que el individuo debe sentirse libre de actuar de acuerdo con sus valores y necesidades, sin presiones externas que distorsionen su verdadera esencia. La terapia centrada en el cliente, propuesta por Rogers, busca precisamente facilitar esta congruencia mediante la empatía, la aceptación incondicional y la congruencia del terapeuta.

Un ejemplo práctico de autorrealización es una persona que, después de una terapia, logra reconciliarse con su pasado, aceptar sus defectos y vivir con más autenticidad. Este proceso no solo mejora su bienestar emocional, sino que también le permite construir relaciones más genuinas y significativas.

Características del self según la teoría de Rogers

Según la teoría de Rogers, el *self* posee una serie de características clave que lo distinguen como un constructo psicológico. Estas son:

  • Consciencia fenomenológica: El *self* percibe el mundo desde una perspectiva única y subjetiva.
  • Congruencia: La alineación entre lo que una persona siente, piensa y hace es esencial para el bienestar psicológico.
  • Dinamismo: El *self* no es estático, sino que evoluciona con el tiempo a través de nuevas experiencias.
  • Capacidad de autorreflexión: El individuo puede examinar sus propias emociones, pensamientos y comportamientos.
  • Orientación hacia el crecimiento: El *self* está motivado por una tendencia natural a la autorrealización y al desarrollo personal.

Estas características no solo son útiles para comprender la psicología individual, sino también para diseñar intervenciones terapéuticas que respeten y potencien la autenticidad del cliente.

El self en el contexto terapéutico

En la terapia centrada en el cliente, el *self* juega un papel central. Rogers creía que el terapeuta debía ofrecer un ambiente seguro, empático y de aceptación incondicional para que el cliente pudiera explorar su *self* sin miedo al juicio. Este enfoque no busca corregir al cliente, sino acompañarlo en su proceso de autorreconocimiento y autorrealización.

Una de las herramientas más importantes en este proceso es la empatía activa. El terapeuta debe no solo escuchar las palabras del cliente, sino también captar su experiencia emocional y reflejarla de manera que el cliente se sienta comprendido. Esto ayuda a reducir la discongruencia entre el *self* ideal y el *self* real, permitiendo al cliente integrar nuevas experiencias y desarrollar una identidad más coherente.

Un ejemplo de este proceso es cuando un cliente llega a terapia con sentimientos de inseguridad y baja autoestima. A través de la terapia, con la ayuda del terapeuta, puede reconstruir una visión más realista y positiva de sí mismo, logrando así mayor congruencia y bienestar.

¿Para qué sirve la teoría del self según Rogers?

La teoría del *self* de Rogers no solo es útil en el ámbito terapéutico, sino que también tiene aplicaciones en educación, liderazgo, desarrollo personal y gestión de equipos. Su enfoque humanista resalta la importancia de la autenticidad, la congruencia y la autoestima como factores clave para el crecimiento personal.

En el ámbito educativo, por ejemplo, se puede aplicar para fomentar un ambiente de aprendizaje donde los estudiantes se sientan valorados y respetados, lo que potencia su motivación y su desarrollo integral. En el ámbito profesional, esta teoría puede guiar a los líderes a crear culturas organizacionales que apoyen la autorrealización de sus colaboradores.

Además, en el desarrollo personal, entender el *self* puede ayudar a las personas a tomar decisiones más alineadas con sus valores, a mejorar sus relaciones interpersonales y a vivir con mayor coherencia entre lo que sienten, piensan y hacen.

Autoimagen y autoconcepto en la teoría del self

En la teoría de Rogers, los conceptos de autoimagen y autoconcepto son fundamentales para comprender cómo el individuo percibe a sí mismo. El autoconcepto es la percepción general que tiene una persona sobre sí misma, mientras que la autoimagen es la percepción específica que tiene sobre ciertos aspectos de sí misma, como su apariencia, habilidades o valores.

La congruencia entre estos dos conceptos y la experiencia real es esencial para la salud mental. Cuando hay desajuste entre la autoimagen y la realidad, se genera ansiedad y malestar. Por ejemplo, una persona que cree que debe ser perfecta (autoconcepto) pero siente que no lo logra (experiencia real) puede desarrollar trastornos de ansiedad o depresión.

Rogers destacó la importancia de la aceptación incondicional en el proceso de desarrollo del autoconcepto. Cuando se recibe apoyo sin condiciones, el individuo puede construir una autoimagen más realista y positiva, lo que le permite crecer y evolucionar con mayor seguridad y coherencia.

El self y la personalidad según Rogers

La teoría del *self* de Rogers está estrechamente relacionada con su concepción de la personalidad. Según este psicólogo, la personalidad no es una estructura fija, sino que se va moldeando a lo largo de la vida a partir de las experiencias vividas y de la congruencia entre el *self* y la realidad. Rogers propuso que las personalidades sanas son aquellas que muestran congruencia entre lo que una persona siente, piensa y hace.

En cambio, las personalidades inadaptadas se caracterizan por una discongruencia entre el *self* y la experiencia. Esto puede manifestarse en comportamientos inauténticos, evasión de responsabilidades o falta de autenticidad en las relaciones interpersonales. Rogers veía la terapia como una herramienta para resolver esta discongruencia y ayudar al individuo a alcanzar una mayor coherencia personal.

Su enfoque se diferencia de otros modelos de personalidad, como el de Freud, en que no se centra en los conflictos internos o en los impulsos inconscientes, sino en la capacidad del individuo para autorrealizarse y vivir de manera auténtica.

El significado del self en la psicología humanista

En la psicología humanista, el *self* representa el núcleo de la identidad personal y el motor del desarrollo humano. Para Rogers, el *self* no solo es un concepto teórico, sino una fuerza dinámica que impulsa a los individuos a buscar su plenitud y a vivir con coherencia. Este enfoque resalta la importancia de la autenticidad, la congruencia y la autorrealización como elementos esenciales para una vida plena.

El *self* también se relaciona con conceptos como la autoestima, la autoeficacia y la autoaceptación. Una persona con un *self* fuerte y congruente suele tener mayor seguridad, mayor capacidad para afrontar desafíos y una visión más positiva de sí misma y del mundo. Por el contrario, una persona con un *self* distorsionado puede experimentar inseguridad, dependencia emocional o falta de motivación.

La teoría del *self* de Rogers también ha influido en otras corrientes de la psicología, como la psicología positiva, que se centra en el fortalecimiento de las fortalezas personales y en el desarrollo del potencial humano.

¿Cuál es el origen de la teoría del self según Rogers?

La teoría del *self* de Rogers se desarrolló a mediados del siglo XX, durante el auge de la psicología humanista. Rogers fue uno de los principales exponentes de este movimiento, junto con otros psicólogos como Abraham Maslow. Su enfoque surgió como una respuesta a las teorías conductistas y psicoanalíticas, que Rogers consideraba reduccionistas y poco centradas en la experiencia subjetiva del individuo.

Rogers trabajó como psicólogo clínico y, a través de su práctica, observó que los pacientes que se sentían comprendidos y aceptados tenían mejores resultados terapéuticos. Estas observaciones lo llevaron a formular su teoría del *self* y a desarrollar la terapia centrada en el cliente. En 1951 publicó su libro *El individuo considerado como una persona*, donde presentó por primera vez sus ideas sobre el *self* y el proceso de autorrealización.

La influencia de Rogers en la psicología no solo es teórica, sino también práctica. Sus ideas han sido adoptadas por múltiples escuelas de psicoterapia y han influido en la formación de psicólogos, educadores y líderes en todo el mundo.

El self y la congruencia en la teoría de Rogers

La congruencia es uno de los conceptos más importantes en la teoría del *self* de Rogers. Se refiere a la alineación entre el *self* y la experiencia vivida. Cuando hay congruencia, el individuo puede vivir con autenticidad, tomar decisiones alineadas con sus valores y experimentar una sensación de paz interior. En cambio, cuando hay discongruencia, se generan sentimientos de ansiedad, culpa o insatisfacción.

Rogers consideraba que la congruencia es un estado ideal que no siempre se alcanza, pero que es posible aproximarse a través del proceso terapéutico. En la terapia centrada en el cliente, el terapeuta busca facilitar esta congruencia mediante la empatía, la aceptación incondicional y la congruencia en sus propias interacciones. Este enfoque no busca cambiar al cliente, sino ayudarlo a descubrir y aceptar su verdadero *self*.

Un ejemplo práctico de congruencia es cuando una persona decide dejar un trabajo que no le gusta para seguir una carrera que sí le apasiona. Aunque puede ser un paso difícil, alinearse con su verdadero *self* le permite experimentar mayor satisfacción y bienestar.

¿Qué diferencia el self ideal del self real?

En la teoría de Rogers, es fundamental diferenciar entre el *self* ideal y el *self* real. El *self* real es la percepción que una persona tiene de sí misma en el presente, mientras que el *self* ideal es la imagen de cómo uno quiere ser. Cuando estos dos conceptos coinciden, se genera una sensación de congruencia y bienestar. Si, por el contrario, hay una gran distancia entre ellos, se produce malestar psicológico.

Por ejemplo, una persona puede tener un *self* real que incluya características como ser honesta, creativa y empática, pero su *self* ideal puede exigir que sea más ambiciosa, exitosa o controlada. Si esta persona no logra alcanzar sus expectativas ideales, puede experimentar frustración, culpa o ansiedad.

Rogers destacó que la salud mental no depende de alcanzar el *self* ideal, sino de reducir la distancia entre este y el *self* real. Este proceso requiere autorreflexión, autoaceptación y una actitud abierta hacia la experiencia vivida.

Cómo usar la teoría del self en la vida cotidiana

La teoría del *self* de Rogers no solo es útil en el ámbito terapéutico, sino que también puede aplicarse en la vida cotidiana para mejorar la autoconciencia, la toma de decisiones y las relaciones interpersonales. Una forma de aplicarla es a través de la autorreflexión: dedicar tiempo a examinar nuestros pensamientos, emociones y comportamientos puede ayudarnos a identificar desajustes entre nuestro *self* real y nuestro *self* ideal.

También es útil practicar la aceptación incondicional hacia nosotros mismos. Esto implica reconocer que somos humanos, con fortalezas y debilidades, y que no debemos juzgarnos de manera negativa por nuestros errores. La aceptación incondicional nos permite vivir con mayor autenticidad y congruencia.

Otra aplicación práctica es fomentar la congruencia en nuestras acciones. Esto significa actuar de acuerdo con nuestros valores y necesidades, en lugar de seguir expectativas externas. Por ejemplo, si valoramos la honestidad, debemos actuar de manera honesta incluso cuando sea difícil. Esta congruencia fortalece nuestro *self* y mejora nuestra autoestima.

El self y la cultura según Rogers

Un aspecto menos explorado en la teoría del *self* de Rogers es su relación con la cultura. Aunque Rogers no profundizó en esta dimensión, es posible interpretar su teoría desde una perspectiva cultural. En sociedades individuales, donde se valora la autenticidad y la autorrealización, la teoría de Rogers puede aplicarse directamente. Sin embargo, en sociedades colectivas, donde las expectativas de grupo son más fuertes, puede surgir una mayor discongruencia entre el *self* real y el *self* ideal.

Por ejemplo, en una cultura que valora la conformidad y la obediencia, una persona puede desarrollar un *self* que se ajuste a las normas sociales, en lugar de a sus verdaderos deseos y valores. Esto puede llevar a una discongruencia interna y a un malestar psicológico. Por esta razón, la teoría de Rogers es especialmente útil en entornos donde se promueve la autenticidad y la libertad individual.

El self y el proceso de crecimiento personal

El proceso de crecimiento personal, desde la perspectiva de Rogers, implica un viaje hacia la autorrealización, donde el individuo se acerca cada vez más a su *self* verdadero. Este crecimiento no es lineal ni inmediato, sino que se desarrolla a través de experiencias, reflexiones y decisiones auténticas. Cada paso en este camino contribuye a una mayor congruencia entre el *self* y la experiencia.

El crecimiento personal también implica la capacidad de aceptar el cambio, de aprender de los errores y de integrar nuevas perspectivas. Rogers destacó que este proceso requiere de un entorno que ofrezca empatía, aceptación y respeto. En la vida cotidiana, esto se traduce en la necesidad de rodearse de personas que nos apoyen en nuestra evolución personal y en la disposición a explorar nuevas formas de pensar y actuar.

En resumen, el *self* no es un destino, sino un proceso constante de descubrimiento y autorrealización. Cada individuo tiene el potencial de alcanzar su máximo desarrollo, siempre que cuente con las herramientas adecuadas y un entorno que lo apoye.